¿Quién es Saleh?

Dios dice en el Corán que los Profetas y los Mensajeros fueron enviados a cada nación sobre la Tierra y que todos ellos divulgaron el mismo mensaje: adorar al Dios Único, el Uno, sólo a Él, sin asociados, copartícipes, hijos o hijas. La mayoría de los Profetas mencionados en el Corán y en las tradiciones del Profeta Muhammad son reconocidos y considerados como tales en las religiones judía y cristiana. El Profeta Saleh, sin embargo, es uno de los únicos cuatro profetas árabes, y su historia no es universalmente conocida.

“Por cierto que enviamos otros Mensajeros antes de ti; de algunos de ellos te hemos relatado [su historia] y de otros no. Y por cierto que todo Mensajero que se presentó con algún milagro fue con la anuencia de Allah”. (Corán 40:78)

Ad y Zamud fueron dos grandes civilizaciones destruidas por Dios debido a su perversidad excesiva. Después de la destrucción de Ad, Zamud los sucedió en poder y grandeza. La gente llevaba vidas excesivamente lujosas, construyeron grandes edificios tanto en las planicies como tallados en las montañas. El Profeta Saleh fue enviado para advertir a la gente de Zamud que Dios no estaba complacido con su comportamiento, y que la destrucción caería sobre ellos si no enmendaban sus maneras malvadas.

Saleh fue un hombre piados y recto que tenía una posición de liderazgo en la comunidad, pero su llamado a adorar solo a Dios enfureció a mucha gente. Algunos entendieron la sabiduría de sus palabas, pero la mayoría de la gente no le creyó y dañaron a Saleh con palabras y hechos.

“¡Oh, Salih! Teníamos esperanzas [que fueses una persona sensata] antes de esto [a lo que nos exhortas]. ¿Acaso nos prohíbes que adoremos lo que adoraron nuestros padres? Por cierto que tenemos una profunda duda sobre aquello a lo que nos convocas [el monoteísmo]”. (Corán 11:62)

La gente de Zamud se congregó en su centro de reuniones, a la sombra de una gran montaña. Le exigieron a Saleh pruebas de que el Dios Único del que él hablaba era realmente poderoso y fuerte. Le pidieron que realizara un milagro: que una camella única e incomparable emergiera de las montañas cercanas. Saleh les preguntó si creerían en su mensaje en caso de que la camella apareciera como pedían. Ellos respondieron que sí, y rezaron junto con Saleh para que ocurriera el milagro.

Por la gracia de Dios, una enorme camella con diez meses de preñez emergió de las rocas en las faldas de la montaña. Algunas de las personas entendieron la magnitud de este milagro, pero la mayoría continuó en su incredulidad. Vieron una señal deslumbrante y, sin embargo, se mantuvieron arrogantes y tercos.

“Al pueblo de Zamud le enviamos la camella como un milagro evidente, pero fueron inicuos”. (Corán 17:59)

El comentador del Corán y erudito islámico Ibn Kazir nos informa que hay una serie de relatos sobre la camella y su naturaleza milagrosa. Se dice que la camella apareció de una roca que se abrió en dos, y alguna gente señaló que la camella era tan grande que podía beber toda el agua de los pozos de la ciudad en un día. Otra gente dice que la camella era capaz de producir suficiente leche en un solo día para alimentar a toda la población. La camella vivió entre la gente de Zamud y, tristemente, los incrédulos que habían acosado a Saleh se llenaron de ira y resentimiento hacia la camella.

Aunque muchas personas creyeron en Dios, escucharon al Profeta Saleh y entendieron el milagro de la camella, muchas otras se reusaron tercamente a escuchar. La gente comenzó a quejarse de que la camella bebía demasiada agua, o que asustaba a los ganados. El Profeta Saleh comenzó a temer por la camella. Le advirtió a su gente que caería sobre ellos un gran tormento si le hacían daño a la camella.

“¡Oh, pueblo mío! Esta es la camella de Allah [que hizo surgir milagrosamente de entre las rocas], y es para vosotros un signo [del poder divino], dejadla que coma en la tierra de Allah y no le hagáis ningún daño, pues de lo contrario os azotará un castigo ineludible”. (Corán 11:64)

Un grupo de hombres animados por sus mujeres, se complotaron para matar a la camella y aprovecharon la primera oportunidad para dispararle una flecha y apuñalarla con una espada. La camella cayó al suelo y murió. Los asesinos celebraron y se felicitaron unos a otros, y los incrédulos se rieron y burlaron de Saleh. El Profeta Saleh le advirtió a la gente que un gran tormento les llegaría en tres días, pero continuó esperando que vieran el error de lo que habían hecho y buscaran el perdón de Dios. El Profeta Saleh dijo:

“¡Oh, pueblo mío! Os transmití el Mensaje de mi Señor y os aconsejé para vuestro bien, pero vosotros no queréis a quienes os aconsejan”. (Corán 7:79)

Sin embargo, la gente de Zamud abucheó a Saleh y planeó destruirlo junto a su familia, de forma tan insensible como habían matado a la camella.

“Y había en la ciudad nueve personas que la corrompían y no contribuían al bienestar general. Se dijeron: Juremos por Allah que los sorprenderemos de noche [y los mataremos], a él y a los suyos; luego diremos a quienes tengan el derecho de vengar sus muertes: Nosotros no presenciamos los crímenes y decimos la verdad”. (Corán 27: 48-49)

Dios salvó al Profeta Saleh y a todos sus seguidores; ellos empacaron algunas pertenencias y, con sus corazones llenos de pesar, se trasladaron a otro lugar. Tres días después, la advertencia del Profeta Saleh se hizo realidad. El cielo se llenó de rayos y centellas y la tierra tembló violentamente. Dios destruyó la ciudad de Zamud y su gente murió en un tormento de miedo e incredulidad.

Ibn Kazir dice que el pueblo de Saleh cayó muerto, todos al mismo tiempo. Su arrogancia e incredulidad no pudo salvarlos, como tampoco sus ídolos. Sus edificios grandes y extravagantes no les proporcionaron protección alguna. Dios continuó enviando una guía clara a la humanidad, pero los incrédulos han persistido siempre en su arrogancia y su negación. Dios es el más Misericordioso y el más Perdonador: Él ama perdonar. Sin embargo, las advertencias de Dios no pueden ser ignoradas. El castigo de Dios, como experimentó el pueblo de Zamud, puede ser rápido y severo.

 

Por Aisha Stacey

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